Venimos de una América Latina desgastada, violenta y
oprimida por dictaduras inhumanas, era obvio que necesitábamos de un gobierno
alternativo, que le confiara al pueblo
mismo, restablecer las libertades políticas y civiles que habían desaparecido
por la acción de los tiranos.
A partir de estas
necesidades, surge la idea de elegir al presidente como si fuera una obligación,
por desgracia lo que parecía una
solución a tanta des-humanidad, resultó ser la oportunidad, para que estos
líderes con todo el poder otorgado económico y político, le dieran creación a
ese engendro repudiable de la corrupción y a la vez utilizaran las
instituciones del estado para reprimir al pueblo y, como la democracia es frágil, estos señores terminaron convirtiéndose en
dictadorzuelos utilizando la desaparición forzosa, la tortura y la muerte para
los que piensan diferente o les critican su accionar delictivo.
Corrupción y aguda
pauperización es el nuevo esquema de exclusión social, que nos traen, quienes en campaña prometen cambiar el país y
sacar a los pueblos de la miseria.
Esto significa que nos
falta mucho por aprender, en escoger la forma de Gobierno o simplemente no
sabemos elegir.
A pesar de todas estas
ignominias, salen reelegidos gracias a
la ignorancia y al hambre de los pueblos, los partidos saben, que cuando no hay
que comer, no hay tiempo de pensar en política, es por eso que los votos se
cambian por un tamal, un bulto de cemento, un mercado o una dádiva miserable.
Los radicales de la
derecha están convencidos que en la pobreza no hay democracia y si en la
pobreza no hay democracia, jamás
avanzará un país.
Necesitamos una
democracia de alta intensidad en donde los ciudadanos se sientan verdaderamente
libres.
En la América Latina
hay pobreza porque hay desigualdad, es un continente rico, goza de muchos recursos naturales y medios de
producción, tiene mucho que exportar,
tenemos como ejemplo a Chile, allí se rebajó la pobreza, pero creció la desigualdad
y el abuso en la prestación de los servicios públicos.
De aquí podemos
concluir que la relación entre capitalismo y democracia, es una relación muy
compleja, la democracia no la podemos equiparar con la economía de mercado,
esto es un tremendo absurdo.
A Colombia desde dos
décadas atrás, la han venido administrando pésimos gobiernos, pero lo más
preocupante no es que existan estos malos gobiernos, sino que sus habitantes
eligen una y otra vez, a los candidatos
que seleccionan los mismos grupos de poder, dejando todo en las manos peor
preparadas para gobernar y nombrados por castas políticas viciadas y
emparentadas por generaciones, que obviamente nunca atentarán contra sus
propios intereses.
Estamos empezando un
nuevo siglo, hace apenas una década, China, Corea, Malasia, Taiwán y otros países, se encontraban en
peores condiciones que los
latinoamericanos, pero los cambios registrados en sus ciudadanos, han
dado paso a gobiernos que distribuyen mejor la riqueza, esto ha contribuido a
que, aquellos países han superado el estándar de vida por
encima del nivel de la pobreza, han prosperado tremendamente, no hay corrupción, los ciudadanos gozan de
estabilidad social, buenos servicios de
salud y poder adquisitivo, van
desplazándose en grandes zancadas hacia
un impresionante desarrollo.
El Dr. Guzmán Carriquiri, conferencista
vaticano, afirma que América Latina está entrando en una fase de fuerte
efervescencia social, con protestas populares espontáneas en las calles de
Haití, Puerto Rico, Colombia, Ecuador, Chile, Venezuela y Bolivia. Estos países
se han convertido en un hervidero de protestas.
Entre los años 2000 y
2015, estos países vivieron la época de las vacas gordas, sus productos
energéticos, minerales, agrícolas y ganaderos obtuvieron altos precios en el
mercado mundial, pero los gobiernos no propiciaron reformas estructurales que
permitieran reducir las desigualdades sociales, tampoco aumentaron la capacidad
de los servicios públicos de calidad y accesibles para todos.
Colombia sigue siendo
el país con las mayores desigualdades del mundo entero, en la que enormes
concentraciones de riqueza de las oligarquías no pagan impuestos y ostentan un
estilo de vida opulento y fuera de eso, son protegidos por los medios de
comunicación estatales. Conviven con las villas de miseria llamadas
popularmente comunas y con las grandes mayorías humanas que luchan por mantener
día a día sus escasas condiciones de
vida y de trabajo.
Las marcadas
desigualdades sociales, los beneficios obtenidos por el impacto de la
corrupción política y administrativa de las instituciones de élite, como las
fuerzas armadas, la justicia y las corporaciones de empresarios, han venido perdiendo credibilidad,
traduciéndose como carencias para las mayorías. Los partidos políticos
tradicionales, viven apostándole a políticas neoliberales, sin haber aprendido
de las profundas crisis financieras y económicas por las que ha pasado la sociedad.
La gente está cansada
de los políticos tradicionales, quienes en sus pujas por el poder no tienen
pasión o consideración con los pueblos, menos con los humildes o los
desamparados. Son políticos sin proyectos populares o nacionales y movidos
ciegamente por la ambición.
Los tres factores
comunes que se están gestando en los países latinoamericanos son la pobreza, la
desigualdad y la violencia.
Aunque todo lo que está
pasando en latino américa es motivo de desesperanza, si cuidáramos nuestros
recursos naturales, volveríamos a ser ricos, porque podríamos producir.
Debemos educar a
nuestra juventud, conmoviéndolos, movilizándolos, creando líderes con voluntades más
inteligentes, determinadas y apasionadas, que tengan nuevas y concretas
realizaciones hacia horizontes más humanos de integración y unidad.
Las políticas
neoliberales, representadas por los gobernantes de las cúpulas de derecha,
acusan de “vándalos” a los que hacen las protestas, pretendiendo con esto, bajar el perfil del trasfondo económico,
político y social de lo que sucede.
Este año se publicó un
libro, “La democracia ante el poder de las mayorías”, en el cual se
analiza, la debilidad institucional de los sistemas en la América latina,
gracias a la hegemonía de la (des) información, cooptadas por el poder
oligárquico. Una represión sistemática dirigida a descabezar cualquier
liderazgo que critique las fuerzas sociales en tensión, el cual incluye
estrategias sofisticadas de criminalización. Una proyección discursiva
conciliatoria en donde se refuerza el compromiso con los valores clásicos del
proyecto neo liberal, a saber, protección del mercado, bienes individuales y usan el “estado de derecho” como garante por
medio de la violencia.
Lo cierto es que la
desesperanza de los pueblos conducirán a una explosión social y vendrá la
transición hacia una sociedad que tampoco sabremos cual será o a quienes
favorecerá.
El politólogo Alberto Dussel, en una de sus 20 tesis
políticas, establece que en una transición, necesitamos de una praxis
anti hegemónica, que reivindique el poder liberador del pueblo.
Abelardo Giraldo.
02/23/2020.