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Los habitantes de la calle

¡Hay que buscar en nosotros, cuan hondo tenemos enterrado el amor y la verdad, quizá de esta forma podríamos obtener una medida aproximada del valor de nuestras personas!  Guillermo Descalzi. Escritor y periodista.

En la Cámara de Comercio de Bogotá, aparecen  registradas las primeras instituciones que fueron creadas para la protección de los desamparados y habitantes de la calle. Allí se encuentra que este fenómeno se remonta al siglo XVI, y ocurrió por primera vez, cuando se le pidió al rey de España autorización para crear un refugio de madres desamparadas. Pasaron 80 años hasta que fue otorgada la licencia y se construyera “la casa para  expósitos y recogidos”, albergue que más tarde fue trasladado a San Victorino.

En 1761, ante el aumento de la población indigente,  el Virrey Pedro Meci De La Zerda, creó “La Casa De Los Pobres”, institución que creció rápidamente y al cabo de los años se dividió en dos, una para los hombres y otra para las mujeres.

En 1810, los hechos que siguieron al grito de independencia, llevaron a que El Hospicio Real, tuviera que arrojar los niños a la calle, hasta que el año de 1858, se abrió nuevamente y se crearon fábricas de betún, con el fin de capacitarlos como lustrabotas de la calle.

En 1883, el lugar pasó a manos de la Beneficencia de Cundinamarca,  dirigida por las hermanas de la caridad y durante la primera mitad del siglo XX, la realidad del habitante de la calle, no varió mucho, en relación con tiempos anteriores, luego en los años 50, cuando las diferencias partidistas se polarizaron, se descuidaron las instituciones de beneficencia y el fenómeno reapareció.

En el siglo pasado, muchas fueron las instituciones que se crearon para proteger al indigente,  en 1967 se construyó el instituto de protección de la niñez y la juventud, “IDIPRON”, luego durante el gobierno de Carlos Lleras Restrepo, mediante la ley 75, se creó el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar “ICBF”, entidades dispuestas a estudiar caminos terapéuticos y pedagógicos para atender a la población de la calle, según la Cámara de Comercio de Bogotá, 1997.

Este  fenómeno social es común en países de Latinoamérica y África, en donde gobiernos deshumanizados por su propio desprecio hacia los más pobres, han generado este tipo de exclusión social.

En la ciudad de Bogotá, viven en estado de indigencia o exclusión social unas 20.000 personas, las cuales han tenido que convertirse en habitantes de la calle y las consecuencias de esto, son la extremada pobreza, el abandono por parte de los gobiernos de turno y el desplazamiento ocasionado por la violencia, factores que han contribuido a,  que las poblaciones rurales hubiesen tenido que emigrar a las grandes urbes.

La habitabilidad de la calle es un fenómeno producido por la marginalidad social, debido a la falta de oportunidades y el problema de la drogadicción es muy afín, en el proceso de asentamiento de las personas para vivir en la calle.
Analistas económicos consideran que la marginación, la ausencia del papel político, económico, cultural y social, ya no es un problema de clases  o grupos sociales, sino que se ha convertido en una situación que afecta  a zonas y países de grandes regiones del mundo, especialmente Latinoamérica.

El estilo de vida del habitante de la calle, se califica como disfuncional, carente de condiciones para una vida digna, que presenta niveles elevados de alcoholismo y drogadicción, así como prostitución, maltrato y explotación infantil, las cuales son conductas que atentan contra la tranquilidad y seguridad ciudadanas y se les denomina con despreciables apelativos, como, gamines, ñeros, desechables, drogadictos, mendigos, indigentes o desadaptados sociales.

Un periodista del Nuevo Herald de Miami, que anteriormente tocó fondo como habitante de la calle, pero que hoy es un eminente periodista, de nombre Guillermo Descalzi, comenta en una de sus obras llamada “El príncipe de los mendigos”, que la marihuana surgió cuando la guerra de Vietnam y que en ese tiempo era droga, era protesta, era moda y,  la juventud de entonces, encontraba más fácil amar la sustancia que a ellos mismos.

Una crónica que me causó gran impresión, fue la que publicó El Tiempo,  hace unos años, creo que en el 2011, en la que se comentaba que un campeón de lucha libre, le había ganado un combate de 20 años a la droga en la calle del cartucho, que el personaje había sobrevivido, teniendo la muerte de frente todos los días, había vuelto a vivir después de bajar al infierno, con dos balazos, cinco puñaladas y un incendio en su cambuche,  que le había ocasionado quemaduras de primer grado.  Terminaba el artículo,  afirmando, que el Señor en mención, era en la actualidad, un luchador olímpico, porque llevaba una existencia muy organizada,  se había convertido en  tremendo campeón y luchador por la vida.

Abelardo Giraldo. 08/25/16.