Un texto de Abelardo
Giraldo López
La palabra inglesa
lobby, es empleada para definir, los amplios pasillos que los grandes hoteles tienen en los primeros pisos,
antes de entrar a los cuartos y que lo conforman cafeterías, salas de belleza y
tiendas de souvenires.
Para entrar a
considerar la palabra lobby en la política, tendríamos que empezar a hablar de
los partidos, “y cómo, el sistema del
lobbysmo, llegó hasta acá”.
Encontramos que en Colombia un partido es una coalición de señores feudales,
que son los jefes y siempre tienen la razón, según los lame suelas que siguen a estos personajes incondicionalmente
y que han sido nombrados por estos mismos, como asesores políticos.
Estos señores feudales
se verán permanentemente amenazados, por los escuadrones de los justos, que los
pueden lanzar por los aires y dañarles la armonía de su gloriosa corrupción. Se
jactan de ser transparentes como un cristal, efectúan reuniones secretas, en
donde juegan unas cartas que no se pueden hacer públicas a ningún curioso y se
tiene que ser miembro, para poder asistir, detrás de las puertas aparentemente
transparentes de una cámara o un senado.
Un ejemplo patético
fue, cuando se aprobó la reforma tributaria del ministro Carrasquilla a
pupitrazo limpio, siendo las cinco de la mañana, después de semejante y
voluntario madrugón y en la que se recibieron
jugosas mermeladas.
Después cuando aparecen
publicadas y aprobadas esas extravagantes leyes, los medios de
comunicación salen a la palestra erigiéndose como la conciencia social de la
nación.
En el congreso, lo
escandaloso, no es lo que consideramos como ilegal, sino lo que es legal.
Se valen de los
lobbystas, que a la larga, no es que le reporten mucho beneficio a los
políticos, generalmente el pueblo sabe, que estos son contratados, por aquellos
dirigentes de partido que no encajan bien en la sociedad y por lo tanto tienen
una marcada oposición.
Los lobbystas, viven de la política como si se tratara de una
empresa, pero en la realidad no son más que una élite de charlatanes, con
formación académica, experiencia burocrática y políticamente astutos para decir
mentiras, son peligrosos, deshonestos, crean perfiles falsos, noticias falsas,
rumores falsos y caos. Ganan dinero ilegalmente y se presentan como asesores
periodísticos y tecnológicos por alquiler.
En Estados Unidos existen
aproximadamente veinte y dos mil empresas de lobbystas y la mayoría instaladas
en Washington, que es donde figura el centro de la política nacional e
internacional.
La ultra derecha latinoamericana
es muy dada a contratar empresas lobbystas, porque no aceptan la noción de
social democracia o socialismo, le huyen como el diablo lo hace, con el agua
bendita.
Pero los pueblos ya no
creen en estos políticos reivindicadores, tras toda elección, las cosas quedan
en su conjunto como estaban, en realidad no hace falta que los colombianos
concurramos a votar, en definitiva nada cambia.
El sistema político
colombiano tiene un corte de centro y cuando alguna vez se mueve de verdad el
péndulo, lo hace un poquito a la izquierda o un poquito a la derecha.
Para que, interrumpir
la mísera vida cotidiana, de primero ir a registrarse para votar y después en
un segundo paso, ir hasta las urnas a depositar el voto, si los de arriba, de
todas maneras, con la Registraduría a bordo,
hacen lo que les da la real gana. Se confirma lo que argumentaba Eduardo
Galeano, votamos pero no elegimos y cada cuatro años nos cambian de tirano.
Al colombiano se le
permite ser apolítico, nadie puede ser forzado a pronunciarse políticamente o a
ver al mundo desde la óptica de ningún partido.
En Colombia, un
político que vaya de Mesías por la vida, queriendo bautizar a todos los que se
crucen en su camino, corre el riesgo de ser asesinado, como ocurrió con el Dr.
Jorge Eliecer Gaitán, Luis Carlos Galán y el mismo, Álvaro Gómez Hurtado.
Solamente los malvados perduran, hasta que el tiempo les cobra con creces,
ocasionándoles una estrepitosa y cruel caída.
La democracia hoy no se
alimenta de libros, sino que se vive al día a día. Quien espere esbozos de
utopía o superhombres en el gobierno, debe tener mucha pobreza intelectual.
Los colombianos de a
pié, no filosofan sobre el mañana, ni sobre los cambios políticos que se deban
llevar a cabo para las generaciones futuras, es una lástima, se ha apagado,
aquel fervor rebelde de antaño, ha desaparecido la efervescencia que
desplegaban los pueblos, hubo un tiempo
en que el nuevo mundo era rico en ideas, pero de eso hace ya, doscientos años.