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Coqueteo Imperial… Segunda parte

Mentirillas, inquisición y política.


“Nunca convencerás a un ratón, que un gato negro trae buena suerte”. Graham Greene.

“Ningún hombre ha recibido de la naturaleza, el derecho de gobernar a los demás”. Denis Diderot.

“Mi ideal político es el democrático, cada uno debe ser respetado como persona y nadie debe ser divinizado”. Albert Einstein.

Estos temas sobre Los Papas, son de gran interés, pero debido al oscurantismo que hemos vivido desde principios de la humanidad, pueden generar controversias. Decir la verdad no es fácil.

Así como los grandes mentirosos políticos de nuestro tiempo, también la Iglesia Católica, los tiene y los tuvo.

Empezamos citando al papa Esteban IV, del año 756 D.C., quién tramó una gran mentira para granjearse el apoyo del Rey de Francia, en ese entonces Pipino III. Roma necesitaba defenderse de una invasión de los lombardos, que pretendían saquearla.

Este papa ordenó elaborar un papiro escrito en letras de oro, el cual llevó al Rey, argumentándole que San Pedro en persona, se lo había entregado, el cual no era más que un legado directo de San Pedro al Rey, pidiéndole proteger y salvaguardar a Roma. Pues fue tan convincente su ardid, que Pipino III, creyó el cuento y se aprestó a defender a Roma de cualquier invasión.

Por esta acción el papa le dio al Rey el título de Patricius Romanorum, que quiere decir gran protector de Roma.

Ugolino de Segni, alias el papa inquisidor Gregorio IX, es a quien se le debe el invento más monstruoso de la Iglesia Católica, “la santa inquisición”.Este papa decretó formalmente la pena de muerte y por los medios más atroces a los herejes. Entendiéndose por herejía toda desobediencia al papa, de obra, de pensamiento de acción o de omisión.

Empezó invirtiendo el viejo principio del Derecho Romano y Germánico, que establece de que “un acusado es inocente, mientras no se le pruebe que es culpable”, para este papa “es culpable mientras no pruebe que es inocente”.

A este hombre el Emperador Federico II, lo definía como “un fariseo sentado en la silla de la pestilencia y ungido con el óleo de la iniquidad”.

Para iniciar un juicio el Inquisidor solo necesitaba una delación, se incitaba a los hijos a denunciar a los padres, a los padres a denunciar a los hijos, las esposas a los esposos, los esposos a las esposas, los amigos a los amigos, igual a la Cuba de hoy ,los comités de defensa de la revolución actuando.

Fernando Vallejo, en su obra define las cámaras de la inquisición, como “las mazmorras del infierno”.A los acusados los encerraban en celdas aisladas, no podían ver a sus familiares y les ocultaban los nombres de los delatores, al que no confesaba pronto, le aplicaban como aperitivo las empulgaderas, unas abrazaderas que se cerraban con un tornillo y que iban dislocando y triturando dedos. No confesaba?., lo pasaban entonces a las botas quiebratibias, luego lo sentaban en la silla ardiente a descansar, era una silla con una hornilla bajo su asiento metálico, erizada de clavos afilados, que se calentaban al rojo vivo. Seguía sin confesar?, le dislocaban los brazos y las piernas en la rueda o en el potro de tortura, o le aplicaban tormento de la garrucha, le ataban los brazos atrás y amarrados a una cuerda lo pasaban por una polea, lo subían y lo bajaban hasta que le dislocaban los hombros.

Aullaba de dolor?, le taponaban la boca con un trapo.
Mañana entonces continuamos la sesión, prisa no había y rociaban los instrumentos de tortura con agua bendita para desinfectarlos.

Al próximo día, le desencajaban las mandíbulas, abriéndoselas al máximo y le decían “Por el amor de Dios, confiesa para que salves tu alma” y el inquisidor repetía no me hagas sufrir tanto.

A las víctimas desmembradas, las tiraban en pozos llenos de serpientes, los entregaban desnudos y atados a ratas hambreadas o los enterraban vivos. “Que horror”.

En un libro editado en 1.962., por un Señor hondureño Edmundo Pinto Mejía y que se llama Temas Masónicos., encontré una carta , que Harry Truman siendo Presidente de los Estados Unidos, le escribió al papa Pío XII, la veo tan interesante que me voy a permitir transcribirla, perdonen si me extiendo un poco.

Washington D.C. Estimado Señor Pacelli. Como jefe ejecutivo de la nación más grande y poderosa del mundo y en la cual todos me llaman simplemente Sr. Truman, yo no puedo dirigirme a Ud, como Su Santidad, título que pertenece solamente a Dios. Nosotros en los Estados Unidos consideramos a todos los hombres iguales ante Dios y nos dirigimos a ellos por sus verdaderos y propios nombres. Por lo mismo, debo dirigirme a Ud, sencillamente como “Sr. Pacelli”.

El pueblo que me ha elegido como su jefe ejecutivo, es una nación democrática, amante de la paz, por lo tanto no debo creer en aquellos que gritan paz y fomentan la guerra. Entiendo que Ud., ni su Iglesia se encuentran entre los que verdaderamente buscan la paz y trabajan por ella.

Nosotros estamos convencidos de que nuestra democracia no durará, si nosotros nos enredamos, como lo hicieron algunos gobiernos de Europa, en vuestras doctrinas e intrigas políticas. Ud es la última persona en el mundo que puede instruirme en como manejar a mi pueblo, fue vuestro predecesor Pío XI.,el que comenzó toda la agresión fascista mediante su pacto con Mussolini en 1929, fue allí, cuando la civilización cristiana fue duramente traicionada.

Ud y Pío XI, ayudaron a condicionar a Alemania para las dos guerras mundiales. Uds. urdieron intrigas en contra de los aliados en la I Guerra Mundial. Ud estuvo 12 años en Alemania, durante la ascensión de Hitler al poder, Ud negoció con él. Ud fue el hombre mejor informado del Reich. Uds. salpicaron al Furher de agua bendita y le consiguieron lo que el necesitaba, el poder.

Vuestros cardenales y Obispos de Roma, bendijeron las armas de guerra alemanas en contra de los indefensos etíopes, tú proclamaste el robo y el asesinato de etíopes como una cruzada santa, para elegir un triunfo de la Cruz de Cristo.

Somos el baluarte de las libertades democráticas y no estoy de acuerdo con lo que decía Pío XI, que él haría pacto con el diablo mismo, si esto convenía a los intereses de la Iglesia.

Yo continuaré buscando la paz sosteniendo los rectos y honrados principios protestantes, que han hecho grande nuestra nación y trabajaré por ellos.
Vuestro sinceramente, Harry S. Truman.

Como pueden apreciar si nos detenemos a analizar cada uno de los 263 papas que ha tenido la Iglesia, existiría mucha tela para cortar.

Cordialmente,
Abelardo Giraldo.

Nota .Agradezco la colaboración que el Señor Juan Toledo y mi paisano Arbey López, me prestaron para la escritura del presente artículo.