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De antemano gracias a Álvaro Noreña

Quiero comentarles que en mi juventud, a nuestro pueblo de Sevilla, lo disfrutábamos todos los días, era nuestra aldea, allí todos nos conocíamos, nuestros padres vivían del café, otros tenían medianas o pequeñas industrias. Nosotros juventud divino tesoro, bachilleres del 70, vivíamos en sosiego y todas las costumbres buenas de una pujante raza, fue pasando tradicionalmente de padres a hijos y se continuo de generación en generación.Con un pedazo de papel y un lapicero, así estuviéramos en la casa, en la calle, en el parque o en el campo, escribíamos frases alegóricas, que enriquecían nuestro tiempo y hacían muy agradable nuestra estancia en el pueblo, nuestra antigua aldea de San Luis.Tuve la fortuna de compartir muchas veces con OSCAR PELAEZ. El, un grupo de amigos y mi persona, nos sentábamos en el parque o en un tradicional café de Sevilla, donde al calor de un tinto, se abordaban temas de Literatura o filosofía de herencia clásica y como estaba de moda la corriente existencialista, se mezclaban las charlas con una desilusionada concepción de la vida, que era la vena nihilista que nos caracterizaba en ese entonces.Oscar, que era el promotor de las tertulias, era depurado y disciplinado al exponer sus argumentos, cronológico en cuanto a etapas de la historia, portador de una memoria prodigiosa y con una gran capacidad de discernimiento.En cuanto al tinte melancólico que le daba a sus apreciaciones, creo que nuestro querido profesor Jorge Moncayo Guerrero, si existiera hoy día, lo definiría como un juglar ambulante a quien vientos tristes lo habrían empujado a entonaciones quejumbrosas.

Recuerdo cuando citaba a Nietzsche “Porqué os sentís cansados del mundo pero a la misma vez, ninguno de vosotros quiere abordar la barca de la muerte, si no queréis correr alegremente por el mundo, es preciso que desaparezcáis”Anhelábamos buscar albergue en la soledad mística, algunos compañeros enloquecieron, hacíamos largas caminatas, frecuentábamos la antigua casa del fundador Heraclio Uribe, en una loma, desde donde se dice el observó y dijo allí fundaré a Sevilla.Deseábamos adentrarnos en la densidad de una selva, subir a la cima de una montaña y apreciar el infinito.Éramos soñadores.Queríamos como decía MAGALLANES, llegar a los confines del universo y toparnos con los límites de lo desconocido.Fueron tantas experiencias, que de continuar el juego del conocimiento y las situaciones sociales no nos hubiesen dispersado, la tragedia que ocurrió en la persona de nuestro querido amigo Oscar Peláez, no hubiese sucedido y hoy él, coquetearía con el genio y sería uno de los grandes pensadores de nuestra época.

Cordialmente,Abelardo Giraldo.