Autor Abelardo Giraldo
Se ha considerado al Perú, CUNA DEL IMPERIO INCA y a Lima “LA CIUDAD DE LOS REYES” como albergue de grandes escritores y poetas, es justo que hoy, que se ha registrado ese gran acontecimiento del NOBEL a un gran escritor latinoamericano MARIO VARGAS LLOSA, le hagamos un público reconocimiento a sus grandes hombres de letras.
Entre sus escritores famosos figuran: Ricardo Palma, José María Arguedas, Abraham Valdelomar, Manuel Scorza, Mariano Melgar, Pilar Dughi, esta última quien inspirada en Borges y Cortazar escribiera MESA DE NOCHE.
Entre sus poetas están Mariano Melgar, Carlos Augusto Salaverry, César Vallejo, Nicomedes Santacruz, José Santos Chocano, Federico Barreto, Manuel Gonzáles Prada, Martín Adán y muchos otros, que se haría muy largo enumerarlos.
Entre sus incontables obras con que el Perú ha contribuido a la Literatura, aparecen: Aves sin nido, El caballero Carmelo, El mundo es ancho y ajeno, La ciudad y los perros, La fiesta del Chivo, La serpiente de oro, Ña catita, Ollantay, Paco yunque, Pantaleón y las visitadoras, Tradiciones peruanas y muchas otras.
Quiero aprovechar la oportunidad para referirme a uno de estos escritores y cuyo nombre corresponde a JOSE MARIA ARGUEDAS. Novelista, traductor, difusor de la palabra quechua, antropólogo y etnólogo y una de las figuras más importantes del siglo pasado y cuya visión del mundo, en sus obras nos traen dilemas, angustias pero también esperanzas.
Vivió entre los años de 1911-1969., Nació en Andahuaylas, que está ubicada en la sierra de Apurimac, corazón del Perú y uno de los lugares más accidentados de la tierra, de profundas y cálidas quebradas, desde donde gritan graves las voces de los ríos, donde hiela cada noche. Allí se divisa un paisaje serrano regado por cientos de pequeños pueblos de agricultores, murió su madre cuando apenas tenia 3 años de edad y se crió básicamente entre los indígenas quechuahablantes de la servidumbre y luego entre los indígenas que le enseñaron el amor a la tierra y al paisaje.
Fue bilingüe desde siempre y multicultural, fue universitario, catedrático y escritor.
A los 20 años entra a la Universidad de San Marcos en Lima en donde se especializa en letras y escribe para revistas universitarias. En 1939 se casó con Cecilia Bustamante promotora de artes culturales.
Con el apoyo de la UNESCO, viaja a España y realiza un estudio sociológico en las comunidades de la provincia de Zamora.
En 1962, trabajando como catedrático de la Universidad Agraria La Molina, es nombrado Director de la Casa de la Cultura del Perú, puesto al que renuncia por discrepancias políticas.
Es nombrado de 1964 hasta 1966 Director del Museo Nacional de Historia., desencantado por los efectos de la política cultural tiene su primer intento de suicidio en Abril de 1966.
Luego se divorcia de Cecilia Bustamante e inicia una nueva relación con Sybila Arredondo a quien conoció en Chile y se casa con ella en 1967.
Pero un 28 de Noviembre de 1969 en su pequeña oficina de la Universidad de la Molina se dispara en la cabeza, falleciendo cuatro días después un 2 de Diciembre.
Su testamento literario quedó plasmado en su último libro “El zorro de arriba y el zorro de abajo”, que aparece citado en la edición de sus Obras completas (Sybila Arredondo de Arguedas, compiladora Editorial Horizonte, Lima 1983) en cinco volúmenes.
Sus obras famosas el cuento “Warma Kuyay”, “Agua”, “Ríos profundos”, ”El Sexto”, La agonía de Rasu Ñiti”, ”Todas las sangres”, ”El sueño de Pongo”.etc.
Quiero reproducir la carta que escribiera José María Arguedas, antes del suicidio.
Señor Rector de la Universidad Agraria,
Jóvenes estudiantes:
Les dejo un sobre que contiene documentos que explican las causas de la decisión que he tomado.
Profesores y estudiantes tenemos un vínculo común que no puede ser invalidado por decisión unilateral de ninguno de nosotros. Este vínculo existe, incluso cuando se le niega: somos miembros de una corporación creada para la enseñanza superior y la investigación. Yo invoco ese vínculo o lo tomo en cuenta para hacer aquí algo considerado como atroz: el suicidio.
De ese modo recibirán mi cuerpo como si el hubiera caído en un campo amigo, que les pertenece y deberán soportar sin agudezas de sentimiento y con indulgencia, este hecho.
Me acogerán en la casa nuestra, atenderán mi cuerpo y lo acompañarán hasta el sitio en que deba quedar definitivamente. Mi casa de todas las edades es esta; la Universidad.
Todo lo que he hecho mientras tuve energías pertenece al campo ilimitado de la Universidad y sobre todo el desinterés, la devoción por el Perú y el ser humano, que me impulsaron a trabajar.
Nombro este argumento por única vez. Lo hago para que me dispensen y me acompañen sin congoja ninguna, sino con la mayor fe posible en nuestro país y su gente, en la Universidad que estoy seguro anima nuestras pasiones pero sobre todo nuestra decisión de trabajar por la liberación de las limitaciones artificiales que impiden aún el libre vuelo de la capacidad humana.
Creo haber cumplido mis obligaciones con cierto sentido de responsabilidad, ya como empleado, como funcionario, docente y como escritor. Me retiro ahora porque siento, he comprobado que ya no tengo energía e iluminación para seguir trabajando, es decir, para justificar la vida.
Con el acrecentamiento de la edad y el prestigio de las responsabilidades, la importancia de estas crecen y si el fuego del ánimo no se mantiene y la lucidez empieza por el contrario a debilitarse, creo personalmente que no hay otro camino que elegir, honestamente en el retiro.
Muchos, ojala todos los colegas y alumnos, justifiquen y comprendan que para muchos el retiro a la casa, es peor que la muerte.
He dedicado este mes de Noviembre a calcular mis fuerzas para descubrir si las dos últimas tareas que comprometían mi vida podían ser realizadas dado el agotamiento que padezco desde hace algunos años.
No, no tengo las fuerzas para dirigir la recopilación de la literatura oral quechua, ni menos para emprenderla, pero con el Dr. Valle Riestra, Director de investigaciones, se convino en que esa tarea la podía realizar conforme al plan que he presentado. Voy a escribir a la Editorial Einaudi de Turín que aceptó mi propuesta de editar un volumen de 600 páginas de mitos y narraciones quechuas.
Nuestra Universidad puede emprender y ampliar esta urgente y casi agónica tarea. Lo puede hacer si contrata, primero, con mi sueldo que ha de quedar disponible y está en el presupuesto, a Alejandro Ortiz Recamiere, mi exdiscípulo y alumno distinguido, quien se ha preparado lo más seriamente posible para este trabajo y puede formar con el Dr. Alfredo Torero, un equipo al más alto nivel.
Creo que la Editorial Einaudi aceptará mi sustitución por este equipo que representaría a la Universidad.
En cuanto a lo demás está expuesto en mi carta a Losada y en el “Ultimo Diario” de mi inconclusa novela “El zorro de arriba y el zorro de abajo”, documentos que acompaño a este manuscrito.
Dispensadme estas póstumas reflexiones. He vivido atento a los latidos de este país.
Dispensadme que haya elegido esta casa para pasar, algo desagradable, a la cesantía. Y si es posible, acompañadme en armonía de fuerzas que por muy contrarias que sean, en la Universidad y acaso solo en ella, pueden alimentar el conocimiento.
Si ha pesar de la forma en que muero ha de haber ceremonia y discursos, les ruego tomar en cuenta el pedido que hago en el “Ultimo Diario”, con respecto a los músicos, mis amigos, Jaime, Durand o Damián Huamaní.
Además ese diario no es más que un pedido expresión final de anhelos y pensamientos. También confirmo mi deseo de que, si han de haber discursos que sea un estudiante de la Molina. Dispensadme.
J.M.A.
Espero que mi esposa Sybila Arredondo no tenga inconveniente en cobrar lo que me corresponda de haber por este mes. Ha de necesitarlo.
28 de nov. 1969.
J.M.A.
Elijo este día porque no perturbará tanto la marcha de la Universidad. Creo que la matrícula habrá concluido. A los amigos y autoridades les hago perder el sábado y el domingo, pero es de ellos y no de la U.
J.M.A.
Y así como fue su deseo a su entierro lo acompañaron sus amigos músicos Jaime Guardia, Máximo Damián y Luis Durán, tocando el arpa, el violín, la quena y el charango.
Así la muerte era exorcizada por algo que está mucho más allá y más acá de ella, como es la música y la danza.
Fue un símbolo de la fortaleza del Perú milenario, de su resistencia y proyección al porvenir.
Fue un hombre inmenso y de humana fortaleza, comparable a los ríos más profundos, era la expresión leída en una página sollozante, por uno de sus alumnos, tras su sepelio.
Abelardo Giraldo.