“Entrando en el templo, eleva tu rostro a lo sublime”. Anónimo.
“Siento la savia gótica pasar por mis venas como los jugos de la tierra pasan por las plantas”. Augusto Rodin.
Se acaba de iniciar la cuaresma y recibo con gran beneplácito la noticia difundida en facebook informándonos que se está adelantando la restauración de la más grande joya arquitectónica de nuestro pueblo, la iglesia de San Luis Gonzaga.
Las iglesias y catedrales góticas son grandes creaciones artísticas, la más hermosa huella del arte y la Arquitectura, nos recuerdan imperios, culturas, generaciones anteriores, todo esto, entrelazado como una expresión de arte medieval majestuosa y allí encontramos que hay una raíz, un brote, una ramificación y finalmente un florecimiento.
Cuando se trataba de contribuir con el ornato y embellecimiento de la casa de Dios, todo mundo colaboraba y se tenía como fuente de inspiración, la vida de los santos, las ciencias, los vicios y las virtudes, la historia, la antigüedad clásica y el Apocalipsis.
Las Iglesias siempre han sido el corazón de la ciudad o de la aldea, ha existido una gran familiaridad entre el pueblo y su Iglesia, al modo de los templos de la antigüedad.
Estas estructuras gigantescas, emergen generalmente entre una cantidad de humildes casas, dominan las grandes plazas con sus torres puntiagudas hacia el cielo y son el centro topográfico y espiritual de las ciudades, hacia ellas convergen todos los caminos.
Estas casas de Dios han sido al mismo tiempo escuelas, teatros, lugar de reunión para actividades comunales, en su interior se celebra la misa, se administra el bautismo, se concreta el matrimonio, se realizan funerales, es decir que desde la infancia hasta la muerte, ese lugar ha sido un paso obligado.
Además, no solamente es importante su prestancia arquitectónica sino también el sonido de sus campanas.
En la Iglesia de Sevilla mi querido pueblo, recuerdo que el toque del ángelus en la mañana al mediodía y al atardecer nos indicaba las horas de trabajo y descanso, la campana anunciaba los días de fiesta, llamaba a socorro en caso de peligro, convocaba para las asambleas generales, tocaba arrebatadamente cuando ocurría algún incendio y su campanario emitía un sonido era lúgubre en caso de algún duelo con viaje al cementerio.
Tampoco olvido las fiestas de navidad, cuando desde la torre de la Iglesia, escuchábamos los villancicos, tanta resonancia, el anuncio a los pastores, la adoración de los magos, la muerte de los inocentes, la huida a Egipto, etc.
La Iglesia es una casa muy particular, porque allí el pueblo se siente cómodo, en ella existe algo misterioso solo inteligible a los eruditos que conocen la escritura y la teología y además están capacitados para interpretar los numerosos símbolos que la ornan.
Los vitrales enseñan escenas heroicas de la vida de los santos, también se han estampado en algunas la paleta del albañil, el martillo del carpintero que son ocupaciones llenas de dignidad transfiguradas en virtudes.
Así como Miguel Ángel pintó en la capilla Sixtina su espléndido “JUICIO FINAL”, que no es más que la expresión viva de la majestad soberana de Cristo y del fin postrero del hombre, así muchos artistas construyeron galerías hieráticas de estatuas, haciendo del interior un monumento fijo, esculpido y pintado además de soberbios altares y grandes atriles.
La historia nos cuenta que en el siglo XI, los abades de Cluny ejercían tanta influencia al norte de España, que se dedicaron a crear monasterios a lo largo del camino de Santiago y muchos caballeros franceses se enrolaron en los ejércitos cristianos para compartir la lucha contra los moros, el arte cruzó Los Pirineos y se regó por España y Francia en la construcción de grandes catedrales.
Las catedrales surgieron como hongos, la fecundidad fue prodigiosa y fueron apareciendo pintores, picapedreros y tallistas de madera.
Pero tengamos en cuenta que no todos los constructores eran arquitectos, solo se trataba de artesanos que además de ser conocedores de su oficio, eran hombres de fe y se les llamaba simplemente “Maestros de obra” o “Jefes de albañiles”.
Cuando iniciaba la construcción de una Iglesia, se acallaban los odios, desaparecían las enemistades, se perdonaban las deudas y las almas volvían a la unidad.
La música también tiene su aporte, creando un clima espiritual, ya sea a través de un canto gregoriano o al pausado ritmo de un órgano, que viene desde los siglos XII y XIII.
Se dice que el estilo gótico fue inspirado en el siglo XII, en prototipos mesopotámicos o sirios.
El arte decorativo de Persia, sobrevivió en los talleres cristianos de Constantinopla y en los talleres musulmanes de Mesopotámia, Siria y Egipto.
Los dos modelos que imperaron en las edificaciones fueron el románico y el gótico.
El románico consistía en que los artistas tallaban sus obras sobre la misma arquitectura, mientras que el modelo gótico fue más moderno la ornamentación se hacía en talleres aparte y luego se ensamblaban, dándole más perfección y belleza a las construcciones.
Siempre se ha dicho que la escultura es hija de la arquitectura.
Del modelo románico se heredaron los mosaicos que cubrían los pisos de los santuarios, llenos de gracia y colorido, como aún existe en las catedrales romanas.
El gran medio que encontró el hombre gótico para emplear el color fue sobre todo el vitral, algunos padres de la Iglesia sostienen que si se les quitara los vitrales a estas, quedaría una impresión de desnudez o de sequedad y la Iglesia se convertiría en un lugar muy sombrío.
Se habla mucho sobre la música de las Iglesias y la más congruente con la catedral medieval es la gregoriana. Mozart un día dijo:”Yo daría toda mi obra por haber escrito la melodía gregoriana del prefacio de la misa”.
Los acentos saltan para unirse musicalmente a la bóveda arquitectónica, la música y la arquitectura se encuentran, se entrecruzan y se juntan en elegantes melodías, expresaban algunos escritores sobre las catedrales de Francia.
El teatro surgió en las iglesias por la personificación de los acontecimientos bíblicos y se creó un teatro religioso tan augusto y tan vigoroso como la tragedia griega.
Durante el siglo XIII, empezó a desarrollarse el teatro profano, pero el teatro religioso siguió conservando su primer lugar.
Y para terminar fuera una insensatez muy grande el desconocer el papel que la literatura tuvo en relación con las catedrales.
Fueron apareciendo en lengua vulgar numerosos escritos y se le daba un género poético a la vida de los santos.
La poesía en la edad media reinaba por doquier, en la iglesia, en el castillo, en las fiestas y en las plazas públicas, no había festín sin ella, ni festejo donde no jugase su papel, ni sociedad, universidad, asociación o confraternidad donde no tuviese acceso.
El campesino dejaba su trabajo y el artesano su taller, para ir a escuchar un trovador o un juglar, que generalmente aparcaban en el atrio de las Iglesias o catedrales.
Otro de los géneros más populares fue la fábula que usaban los predicadores en los sermones, allí se exponía la fabula del cuervo y el zorro, del lobo y el cordero y tantas otras, con sus consiguientes moralejas.
En la edad media el anonimato era lo corriente, no como hoy que una obra literaria es estrictamente personal e intocable. La obra literaria en esa época llevaba una vida independiente de su creador.
Algunos libros debían considerarse más que nada como esas catedrales en las que el trabajo de muchas épocas diferentes se mezclaba para producir un efecto total, verdaderamente admirable, pero nunca se tenían en cuenta sus sucesivos constructores.
Cabe destacar también que la edad media se caracterizó por ser la época de las summas, apareció la summa teológica de Tomás de Aquino, la summa plástica que son las catedrales, la summa filosófica y la summa poética.
También hizo su aparición la magistral obra de Dante Alighieri, “LA DIVINA COMEDIA”.
Abelardo Giraldo para El Ciudadano 02/24/12